Play: Mina. Bang bang
..."Fin del
comunicado"
Como si fuera una
bitácora, la cinta acababa de emitir las últimas palabras gravadas
por Núñezson antes de su repentina muerte.
Todo indicaba que había
sido atacado con furia y que había opuesto resistencia feroz a su
atacante, la habitación de Núñezson estaba muy desordenada. Había
papeles y bolsas por todas partes.
No obstante, la cinta
parecía aclarar otras circunstancias. Un suicidio, sin duda. Pero
nada encajaba y, por tanto, comenzamos a trabajar en dos posibles
vías de investigación:
McPérez, mi compañero,
mi viejo amigo, trataría el caso como un suicidio frustrado por un
asesinato. Y O'Gómez, yo, un inspector más al servicio de su
majestad y de toda la Interpol, que trataría el suceso como un
asesinato frustrado por un suicidio.
De este modo los roles y
herramientas quedaban repartidas y McPérez revisaría la escena
caótica con detenimiento mientras yo escuchaba con atención de
psicólogo la cinta del magnetófono y cuantas se hallaran en el
escritorio del difunto.
No había nada en toda la
escena que no pareciera víctima de una prueba de misiles. Papeles
arrugados por todas partes, bolsas de plástico rasgadas que dejaban caer de sus grietas toda clase de objetos de oficina.
En la mesa, como en el
resto de la habitación, no había un hueco de madera visible.
Cables, documentos, material de oficina, un ordenador de última
generación, un teléfono descolgado, notas adhesivas fluorescentes
pegadas por todas partes:
NOTA AMARILLA 1. 28 de julio 2014.
Recoger a mamá en el aeropuerto. _La nota era de hace 2 semanas,
espero que la hubiera ido a recoger.
NOTA AMARILLA 2. 25
de febrero. Comprar comida para los gatos. _No sabíamos de qué
año era, pero en la estantería junto a la puerta, un gato disecado
en posición de ataque, sujetaba unos libros gordos de Derecho
Tributario.
NOTA NARANJA. 22 de
agosto 2014. Enviar factura del trabajo de RENDER, SA: 50.000 euros. _Esta era una nota para dos días después del de autos. Mucho
dinero. Debió de ser un trabajo duro para tener que facturar tanto.
NOTA MENTAL DEL
INVESTIGADOR: esa última anotación no parecía la de un suicida.
Primero porque no se habría embarcado en un trabajo tan importante
y, segundo, si yo fuera a cobrar 50.000 euros, me fugaría para
empezar una nueva vida, abriría un chiringuito en una playa perdida
de Méjico y ofrecería langostas cocidas a los parroquianos.
Inmediatamente hice
informe a McPérez sobre mis nuevas sospechas y los indicios que me
avalaban.
_ Llama a la empresa y
pregunta a qué se dedicaba la víctima, podría ser importante.
Aunque a todas luces el
sujeto era abogado, McPérez tenía razón en ser prudente, hoy en
día los abogados se dedican a cualquier cosa y, efectivamente, este
abogado que ahora yacía en su mitad superior sobre su abarrotada
mesa, escribía guiones para series de televisión.
Cuando estábamos ya
terminando de revisar todo, llegó el equipo de limpieza de la
policía local con el encargo de retirar los restos biológicos de la
escena. Al instante, según entraban en el despacho de la supuesta
víctima, se entregaron a la tarea de embolsar y etiquetar cada
pelusa que encontraban y cada papel bajo el que se alojaban.
Fernándezton, jefe de la
cuadrilla de biólogos criminalistas, los de la limpieza, como se
hacían llamar peligrosamente, nos aclaró con tono serio y
preocupado: "este hombre, era un guarro".
Mc Gómez y yo asentimos
sin dudarlo y ello me generó una nueva idea sobre la imposibilidad
del suicidio. Aunque pueda creerse que la gente descuidada es
depresiva porque no se cuida, considero que en este caso estábamos
ante el cadáver de un vago, un sibarita del ocio, un amante del
tiempo libre, un adicto a la inmovilidad, sedentario profesional.
Sonó mi teléfono móvil.
Era el comisario Ibáñezford con órdenes estrictas de abandonar la
escena y precintar todas las entradas. Nadie debía entrar allí
hasta que hubiera llegado el equipo de descontaminación.
Realicé oportunamente
nuevo informe a mi compañero y a Fernándezton que, con su lógica
aplastante habitual indicó: "es que era muy guarro".
A las 15:35 horas aparcó
frente a la casa una furgoneta negra con el logotipo de una empresa
farmacéutica bastante conocida. Se identificaron como los que
descontaminan los sitios contaminados, mostraron al que limpia
los escenarios de crímenes unos documentos acreditativos y les
dejamos pasar.
Unos minutos después
recibimos aviso por radio sobre un asalto con rehenes en una sucursal de
Banco Popular. Acudimos ipso facto dejando atrás un misterio muy
grande que McPérez y yo nunca olvidaríamos.
Una semana más tarde,
llegó a la comisaría una cinta casete con remitente Mr. Núñezson.
Cuando llegamos a la oficina, ahí estaba, sobre mi escritorio. Junto
a mí pasó Fernándeztons indicando: "es del tío guarro".
Escuchamos detenidamente
la grabación:
"Soy Roger Núñezson,
vecino del barrio de Múñozhood. Quiero denunciar un hecho alarmante
que puede afectar gravemente la vida y la salud de nuestros
compatriotas. La empresa farmacéutica que tiene su laboratorio unas
calles más allá, está realizando experimentos con elementos
biológicos potencialmente mortales. En concreto, con unas esporas
que viajan entre el polvo y que, cuando se asientan en una
habitación, la contaminan llenándola de pelusas y basura para desgracia del anfitrión. Fin del
comunicado".