Entradilla

Alas, plumas, fantasía, ganas de volar y de volver a mi planeta...

jueves, 4 de septiembre de 2014

LA DESPROPORCIÓN DE ANAÍS






A simple vista ella era bastante normal, pero en un vistazo un poco más detenido, resultaba patente que en la posición de su torso fallaba algo. ¿O era el inicio alto de sus piernas? No se sabía, pero la proporción resultaba incómoda al humano menos obsesivo de este universo. 

Y tal vez el mérito simplemente era de su mal gusto al vestir, porque aquellos pantalones que usaba dejaban su cinturón peligrosamente cerca del cuello de la camisa. O incluso podía deberse a que caminaba como un gato atropellado, con la pelvis hacia adelante.

En fin, respetando el misterio, el secreto del origen de su estructura, Anaís tenía otra desproporción que no era baladí para el departamento, de hecho podía alarmar a cualquiera que no estuviera habituado al personal de rango medio en la Corporación Eleyo: siempre repetía, asintiendo con discreción y afección la última palabra del otro que tuviera una conversación con ella.

Seguro que esto es familiar como estrategia para no tener que atender al 100% de una conversación, pero es que ella creía que así no se notaba que no entendía ni una palabra de lo que se hablaba. ¿Y cómo lo sé yo? Diréis. Porque Anaís no decía nada más, y en una reunión de varias personas se contradecía tantas veces que daba miedo.

Por ejemplo, recreemos una hipotética reunión simplificando el objeto, pero clavando la estructura:

Sujeto A (de Anaís): Hola, soy Anaís y os he convocado a esta reunión para determinar el color de esta mesa verde. (Ojo, hay que decidir sobre algo que no es discutible, pero por si acaso...)

Sujeto CH (de Cualquier Humano): Hola, Anaís, soy CH y yo diría que la mesa es verde.

Sujeto A:  Claro, claro, si. Verde. (Aquí Anaís necesita tomar notas, por si acaso...)

Sujeto J (de un jefe): Pues yo digo que es verde pero con algo de amarillo. (Este jefe aporta, claro, por eso está convocado. Nadie se percataría de que el verde se hace con un poco de amarillo).

Sujeto A: Claro, claro, por supuesto es amarilla. (No mira a los asistentes porque lo está anotando, no se le vaya a escapar algo y luego no pueda mirarlo en Google. Y además, por si acaso...)

Sujeto J: No, no, amarillo no, verde pero con un poco de amarillo...

Sujeto A:  ¡Ah! ¡Si, claro! La mesa es de color amarillo... (Añade así, de su original cabeza, la palabra de refuerzo "color". Por si acaso...)

Sujeto CH: Sin palabras. A lo mejor hasta orgulloso de que un jefe le dé la razón.

Sujeto J: Bueno eso, mándanos a todos un correo resumen de lo que hemos hablado para que podamos corregirlo.

Sujeto A: Claro, claro, un correo... Sujeto M escribirá el correo y os lo mandamos esta tarde. ¿Vale M? (Lo mandará M con copia a Anaís y ella pensará que todos creen que lo ha revisado antes, pero lo cierto es que no lo hará porque no ha sacado ninguna conclusión. ¡Bendito mundo virtual!)

Sujeto M (de mierdecilla o de mismamente yo): Vale. Sólo una pregunta, por no hacer perder tiempo a nadie, como soy un mierdecilla no me entero. ¿Para qué hacía falta una reunión sobre el color de esta mesa verde amarillenta?

Anaís se alarma, pero no por la salida de tono de M, sino porque ahora no podrá disimular que no lo sabe y que no se ha enterado del todo del color... Pero bueno, siempre está el truco del mundo virtual de nuevo:

Sujeto A: Sí, no hagas perder el tiempo...






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