Entradilla

Alas, plumas, fantasía, ganas de volar y de volver a mi planeta...

martes, 29 de octubre de 2013

CUENTO DE GÁRGOLAS V. UNA AVENTURA POR ENTREGAS

Huelga advertir lo fulminante que se muestra la falta de tiempo para el escritor frustrado o para la escritora que, inexperta en esta vida, se halla en estos momentos ante el debate fundamental de lograr algo en la vida consumiendo lo poco de libre que esta le deja, y no dejar pasar la ocasión de meter mano al cómplice que amablemente la aguanta y acaricia sin pedir nada a cambio.
Descargada si se quiere mi anterior premisa y precaución, espero que esta pequeña parte de un todo que ahora les dirijo no llegue demasiado tarde y que la continuación pueda estar en tiempo y hora.

Play: Perfect Gentlemen. Helloween.


PRIMERA PARTE.

Sin embargo, algunas cautelas deben ser observadas. Primero, la presión de balanceo solamente puede venir de los plasmas interestelares, de partículas cargadas en el espacio interestelar y de los campos magnéticos que los acompañan...

En la estación sólo estaban Arlanzón, la gárgola, el Perro sarnoso de la cornisa de la Catedral de Burgs, y aquellos dos hombres, seres humanos por lo visto, que le miraban como si quisieran pasar desapercibidos en presencia de un fantasma. 
Uno de ellos, el más bajito, iba vestido con una camisa gigante de cuadros enormes. A través de sus gafas de cristal grueso, miraba al Perro con un gesto extraño. Evidentemente, aquellas monturas pesaban demasiado para su naricilla aguileña y por eso forzaba el gesto formando una risa falsa, o una mueca de canino furioso. Arlanzón estuvo a punto de ladrarle, pero su misión era más importante que una pelea de chuchos.
El otro parroquiano del andén era un tipo blando, parecía que se vertía sobre el suelo de la estación. Sus piernas cortas y su torso amplio le recordaban los perros de las calles que veía desde la cornisa de la catedral. Cuando la Dama veía uno de esos animales paseando con su amo, en seguida exigía una correa para simularse andando con su perrito faldero.
Todo estaba tranquilo hasta que se anunció a llegada del convoy que lo llevaría a Barajas. Acostumbrado a los sermones amplificados por muros de piedra, el dragón se sorprendió mucho cuando escuchó por primera vez, cuando Lucía le trajo a Madrid, la locución que anunciaba cada estación de tren. Su primera reacción, como animal hecho al instinto, fue dar gracias a aquella diosa pragmática y racional que no embellecía demasiado su oratoria.