Entradilla

Alas, plumas, fantasía, ganas de volar y de volver a mi planeta...

miércoles, 15 de junio de 2016

LA ISLA DE LOS GATOS.

Play: Cat walk. Jonh Coltrain.



PREÁMBULO

En la isla abandonada resonaba un estruendo apocalíptico y todo en el cielo y la tierra se rompió en dos, como el día que Eclipse llegó para definir la luz y la oscuridad.
Este hubiera sido un gran principio para aquella historia, pero lo que aconteció en aquella isla gallega en las vacaciones en que todo se quebró, al cielo y la tierra les dio igual.

Tres parejas que hasta entonces compartían mejor o peor los conceptos de sus vidas, quisieron compartir parte del paisaje de Galicia. Gran error, aunque el sol brillara como debe en primavera. Los conceptos siempre se ponen a prueba en momentos inesperados.

ACTO PRIMERO

[Comienza en el coche de Ester y Eduardo]
Una pareja que apenas había empezado a conocerse, tan desigual que nadie dudaría del terremoto cuando daban un paso juntos, ni dudarían de la fluidez de sus vidas cuando retomaban su singularidad.
Todo había resultado tan vertiginoso en sus dos años en común, que a nadie pasaba inadvertido que la balanza de las renuncias se inclinaba peligrosamente hacia el lado de ella, cada vez más ligera y desarraigada y que, sin embargo, la de los cambios, la de los añadidos, caía hacia el de él hasta hacerle sentir como Atlas sosteniendo el mundo.
Sin embargo aún todo parecía en calma. La vida proponía un tiempo en que todo era para ella dejar de hacer lo de siempre y para él hacer lo de siempre entre dos. Todo parecía en armonía, todo música entonada y melódica, palabras serenas, miradas largas de admiración y conceptos salvajes que llenaban cualquier silencio y terminaban de cocinar su caldo aromático y caliente.
Todo parecía el mejor pacto para cosechar felicidad, pero la felicidad no es para todos. Hay personas frágiles que viven sólo si hay culpa y pena y penitencia para sí.
En aquel paisaje gallego, en aquella isla que desaparecía entre la niebla a los ojos del turista poco aventurero, se hizo patente la nueva balanza que unificaba las otras dos.
Esa nueva balanza lo sustituyó todo. De un lado la infelicidad del que no podía soportar no ser feliz con aquella situación enérgica y excitante, en el otro la soledad de la que renunciaba a todo lo suyo y esperaba su recompensa en un tiempo que parecía eterno. Todos los conceptos se hicieron uno y ya no existía nada que no fuera pena.
Cuando dejaron la isla, el amor era sólo una piedra titánica en el corazón de Eduardo y éste tuvo que dejarla caer.

ACTO SEGUNDO

[Se desarrolla en camino perdido en el campo]
Pedro y Valle, no eran tan jóvenes que no se hubieran roto ya antes. Pedro, protector y paciente; Valle, destructiva y siempre en conflicto, envidiando la paz de cualquiera, pero como otros conceptos humanos, la paz no existe.
Siempre caminaban juntos, y en la isla también, al menos al principio. Al menos hasta que Pedro, agotado de ir contra la corriente de Valle, de ser discutido, de estar siempre en guerra, buscó un camino alternativo en que poder sentir su paz.Y esa calma fue un oasis en Galicia, su tierra natal.
Cuando volvió hacia Valle, ya era fuerte y más sabio. En su camino había descubierto que para tener paz a veces hay que luchar, hay que crear conflicto, superarlo, y no mirar atrás.

ACTO TERCERO

[En una antigua casa de piedra]
Ismael y Sara nunca debieron llegar tan lejos. Lo sabían, pero eran egoístas. Tan egoístas que pensaron que compartiendo su ruptura constante con otros encontrarían la solución a sus problemas.
En la isla hallaron algo que no esperaban, algo que querrían mucho más que a la ruptura que los mantenía unidos, y por esa invención se abandonaron.
Inventaron carne blanda, piel suave e instinto, y eso solo es lo que acabó con la violencia y el caos. Surgió en Sara una necesidad de claridad y de fuerza con que construir un paisaje hermoso para su hija. La sonrisa de la niña unió a ambos una última vez para elegir la ruptura definitiva.

ACTO FINAL

[En una playa desde la que se puede ver la isla]
Fueron los maullidos de los gatos los que al final advirtieron a todos, protagonistas y secundarios, de la ola gigante que acabaría la obra. La isla, acostumbrada a la bruma y la humedad de las bocas confusas, ahora iba a ser inundada por la onda que todo lo pone en su lugar y todo lo aprecia injustamente.
Y así acabó el orden, cuando el agua llenó el espacio de fracaso, dejando primitivo lo que había nacido ya en la costumbre de cada cual. Dejando a todos sin hogar, sin mano que tomar, sin olores que aprehender, sólo agua salada en los ojos y maullidos de gatos asustados y hambrientos.