Entradilla

Alas, plumas, fantasía, ganas de volar y de volver a mi planeta...

domingo, 23 de junio de 2013

CUENTO DE GÁRGOLAS IV. MATERIA PRIMA

La cabeza es traicionera. Muchos filósofos han pensado sobre las falsas percepciones y han construido teorías para evitar su propio engaño.
Ahora el escultor, traicionado por la visión de un cuerpo de arrodillado, sentía el orgullo de artista impresionado por su propia obra y creía que una cabeza mística debía pertenecer a su bestia.
Denominó a su nuevo sentimiento creativo “tiempo real” y dejó engañarse a su mente con la impresión de originalidad.



La operación estaba saliendo muy bien. El cirujano, más que satisfecho, nunca había imaginado que pudiera trabajar con un trozo de piedra tan evidentemente humano y, a la vez, una materia prima tan apropiada para la cabeza de un dragón de aliento tóxico y mandíbula temible.
Deseaba tallar el rostro de la gárgola sobre un meteorito sin traslucir la porosidad de su matriz, respetando la consistencia y acumulación de controlitos que serían como neuronas vivas.
La cabeza de Arlanzón finalmente se fabricó con una enorme condrita primitiva desequilibrada, cómo si no, un meteorito recién cosechado a la orilla de un mar tras la contemplación de unas Líridas muy activas. Sacada de aquel líquido amniótico, fue perfecta para soportar los rasgos de la bestia, su humor, su furia, su humildad y su empatía.
Y hoy, a pesar de toda aquella devoción constructiva, la sustancia pétrea, a base de malos tratos, tenía mucha humanidad atrofiada. Algunos surcos se habían formado alrededor de los ojos por efecto no sólo de la lluvia y el viento, sino también por la impresión del mundo, que veía en él un monstruo y no una cabeza cósmica.