Entradilla

Alas, plumas, fantasía, ganas de volar y de volver a mi planeta...

viernes, 22 de agosto de 2014

FIN DEL COMUNICADO

Play: Mina. Bang bang


..."Fin del comunicado"

Como si fuera una bitácora, la cinta acababa de emitir las últimas palabras gravadas por Núñezson antes de su repentina muerte.

Todo indicaba que había sido atacado con furia y que había opuesto resistencia feroz a su atacante, la habitación de Núñezson estaba muy desordenada. Había papeles y bolsas por todas partes.

No obstante, la cinta parecía aclarar otras circunstancias. Un suicidio, sin duda. Pero nada encajaba y, por tanto, comenzamos a trabajar en dos posibles vías de investigación:

McPérez, mi compañero, mi viejo amigo, trataría el caso como un suicidio frustrado por un asesinato. Y O'Gómez, yo, un inspector más al servicio de su majestad y de toda la Interpol, que trataría el suceso como un asesinato frustrado por un suicidio.

De este modo los roles y herramientas quedaban repartidas y McPérez revisaría la escena caótica con detenimiento mientras yo escuchaba con atención de psicólogo la cinta del magnetófono y cuantas se hallaran en el escritorio del difunto.

No había nada en toda la escena que no pareciera víctima de una prueba de misiles. Papeles arrugados por todas partes, bolsas de plástico rasgadas que dejaban caer de sus grietas toda clase de objetos de oficina.

En la mesa, como en el resto de la habitación, no había un hueco de madera visible. Cables, documentos, material de oficina, un ordenador de última generación, un teléfono descolgado, notas adhesivas fluorescentes pegadas por todas partes:

NOTA AMARILLA 1. 28 de julio 2014. Recoger a mamá en el aeropuerto. _La nota era de hace 2 semanas, espero que la hubiera ido a recoger.

NOTA AMARILLA 2. 25 de febrero. Comprar comida para los gatos. _No sabíamos de qué año era, pero en la estantería junto a la puerta, un gato disecado en posición de ataque, sujetaba unos libros gordos de Derecho Tributario.

NOTA NARANJA. 22 de agosto 2014. Enviar factura del trabajo de RENDER, SA: 50.000 euros. _Esta era una nota para dos días después del de autos. Mucho dinero. Debió de ser un trabajo duro para tener que facturar tanto.

NOTA MENTAL DEL INVESTIGADOR: esa última anotación no parecía la de un suicida. Primero porque no se habría embarcado en un trabajo tan importante y, segundo, si yo fuera a cobrar 50.000 euros, me fugaría para empezar una nueva vida, abriría un chiringuito en una playa perdida de Méjico y ofrecería langostas cocidas a los parroquianos.

Inmediatamente hice informe a McPérez sobre mis nuevas sospechas y los indicios que me avalaban.

_ Llama a la empresa y pregunta a qué se dedicaba la víctima, podría ser importante.

Aunque a todas luces el sujeto era abogado, McPérez tenía razón en ser prudente, hoy en día los abogados se dedican a cualquier cosa y, efectivamente, este abogado que ahora yacía en su mitad superior sobre su abarrotada mesa, escribía guiones para series de televisión.

Cuando estábamos ya terminando de revisar todo, llegó el equipo de limpieza de la policía local con el encargo de retirar los restos biológicos de la escena. Al instante, según entraban en el despacho de la supuesta víctima, se entregaron a la tarea de embolsar y etiquetar cada pelusa que encontraban y cada papel bajo el que se alojaban.

Fernándezton, jefe de la cuadrilla de biólogos criminalistas, los de la limpieza, como se hacían llamar peligrosamente, nos aclaró con tono serio y preocupado: "este hombre, era un guarro".

Mc Gómez y yo asentimos sin dudarlo y ello me generó una nueva idea sobre la imposibilidad del suicidio. Aunque pueda creerse que la gente descuidada es depresiva porque no se cuida, considero que en este caso estábamos ante el cadáver de un vago, un sibarita del ocio, un amante del tiempo libre, un adicto a la inmovilidad, sedentario profesional.

Sonó mi teléfono móvil. Era el comisario Ibáñezford con órdenes estrictas de abandonar la escena y precintar todas las entradas. Nadie debía entrar allí hasta que hubiera llegado el equipo de descontaminación.

Realicé oportunamente nuevo informe a mi compañero y a Fernándezton que, con su lógica aplastante habitual indicó: "es que era muy guarro".

A las 15:35 horas aparcó frente a la casa una furgoneta negra con el logotipo de una empresa farmacéutica bastante conocida. Se identificaron como los que descontaminan los sitios contaminados, mostraron al que limpia los escenarios de crímenes unos documentos acreditativos y les dejamos pasar.

Unos minutos después recibimos aviso por radio sobre un asalto con rehenes en una sucursal de Banco Popular. Acudimos ipso facto dejando atrás un misterio muy grande que McPérez y yo nunca olvidaríamos.

Una semana más tarde, llegó a la comisaría una cinta casete con remitente Mr. Núñezson. Cuando llegamos a la oficina, ahí estaba, sobre mi escritorio. Junto a mí pasó Fernándeztons indicando: "es del tío guarro".

Escuchamos detenidamente la grabación:


"Soy Roger Núñezson, vecino del barrio de Múñozhood. Quiero denunciar un hecho alarmante que puede afectar gravemente la vida y la salud de nuestros compatriotas. La empresa farmacéutica que tiene su laboratorio unas calles más allá, está realizando experimentos con elementos biológicos potencialmente mortales. En concreto, con unas esporas que viajan entre el polvo y que, cuando se asientan en una habitación, la contaminan llenándola de pelusas y basura para desgracia del anfitrión. Fin del comunicado".

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