Entradilla

Alas, plumas, fantasía, ganas de volar y de volver a mi planeta...

sábado, 9 de enero de 2016

PRIMER LIBRO DE ECLIPSE. TERCERA TRANSICIÓN.

Play: Sarah Vaughan. Fly me to the moon


LA MADRE

“Primera estación, Origen”
la gente bajaba y subía.
El tren, siempre repleto,
no tenía compasión por Tiempo
que quedaba atrás sin protestar.

La madre lloraba una única lágrima
por cada estación Origen,
una única lágrima
por cada estación después de Origen,
una lágrima de recuerdo.

Una lágrima por el hombre que hería,
por el hombre que ya no la recordaba,
que ignoraba las estaciones Origen
en las que ella le había hecho feliz,
en las que había compartido el mundo.

Sólo una lágrima cada vez
para no ser vulnerable,
para no ofender,
para no herir.
Después del agua, todo era igual.

La madre vio nacer la tierra,
sintió el dolor de los volcanes,
la humedad de las tormentas,
tuvo en sus manos retorcidas
el corazón de todo lo que nace,
y, a pesar de su poder, eligió la humildad,
le dio nombre en el día de su sometimiento.

Y, ahora, el hombre,
sólo tenía más dolor para ella.
¿Y si la madre no es más que madre
ahora y hasta el fin?
¡Nunca!

Porque la madre ama
más allá de su nombre,
ama al hombre, al niño,
al árbol, al fruto,
a sus hijas que son madre.

¡Imposible!
¿Quién se hizo esa pregunta?
Alguien que nunca amó como madre,
el hombre quizá,
que ahora mira a la madre
y la desfigura poniendo tras ella
un papel de ficción indiscutible.

¡Y tantas cosas imposibles existen!
Y la madre nos permite imaginarlas.
La madre no puede ser sólo hembra,
sólo hermana, sólo esposa,
sólo madre para todos, hombres, hermanos y maridos.

La madre es mil mujeres creadoras,
es mil personas, mil niñas,
mil flores y mil frutas,
mil criaturas creadas
para ofrecer algo al mundo.

Y el hombre que ahora
reparte su dolor como un héroe
debió aprender a ser padre
como la madre sabe,

como sabe tantas cosas, sin esfuerzo.

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