Entradilla

Alas, plumas, fantasía, ganas de volar y de volver a mi planeta...

martes, 12 de noviembre de 2013

RETRATO 2

Su viaje a París no fue precisamente romántico, pero no podía pedir más después de todo. Román, con su sonrisa perfecta, le prometió fama y fortuna. Ella sabía que en su pueblo todas las chicas eran más guapas. Por ejemplo Olga, que tenía las caderas anchas y la cara redonda. Estaba preciosa el día que le presentó a su novio español, el que le pagó la universidad.

Esto lo pesaba ahora que con tanto tiempo libre para recordar y analizar los errores de aquélla época, era capaz de ver que no hubo nada de afortunado en aquel viaje. Y mirando la postal que guardaba en la mesilla junto con su ropa interior de algodón penitenciario, dudaba. Quizá el inicio de todo fue el día en que comenzó a odiar a su madre en secreto.

Tenía ocho años y llevaban meses preparándola para la ceremonia. Su madre y sus abuelos estaban tan orgullosos de ella... Todos le recordaban lo importante que era, era su día, aquel por el que pasaban todas las mujeres que respetan la tradición. Recordaba esto y volvía a compararse con Olga, sus padres no consintieron lo que le hicieron a ella.

El día esperado, la metieron en una habitación abarrotada. Todo era agobiante. Las mujeres de la familia sujetaban sus piernas abiertas demasiado fuerte, le hacían daño. Una vieja sucia se acercó con la cuchilla negra. Todo apestaba hasta que se desmayó entre lágrimas. Recuerda haber gritado el nombre de Olga y después murió por un tiempo precioso, así, sólo porque no pudo impedirlo.

En la cárcel pensaba que, de haber podido elegir, habría matado a su madre y no a aquel que la engañó y la llevó a otro país a padecer dolor a cambio de dinero…

Y después del dolor y la venganza, este olor a desinfectante químico en la celda que al cabo de los días, se volvía rancio y le recordaba al de aquella habitación sangrienta.


Cuando no soportaba más los recuerdos y el aroma pestilente, se relajaba pensando en si hubiera podido elegir… Luego tomaba una barra de cacao del bolsillo y se impregnaba los labios para matar el olor, o se daba una ducha de agua fría buscando una solución para esos sentimientos, dejándoles un espacio en su mente para la eternidad de su condena.

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