Puestos al propósito de escribir, escribo de pensamiento y peco en el fondo de cuestiones aéreas que no desembocan en nada.
Play: Crazy he calls me. Billie Holiday
Salgo de trabajar demasiado tarde y dudo ¿autobús o alas abiertas? Lo cierto es que ya anochece muy pronto, el tráfico fluye como de costumbre después del verano y yo tengo prisa por llegar a mi casa. Elijo las alas.
Me pongo los auriculares, sintonizo una emisora, subo a la séptima y me dejo caer unos metros hasta encontrar una ligera corriente que me ayude a planear. ¡Qué cansada estoy!
Tengo las alas como el cuello, cargadas y entumecidas, pero con tres metros de envergadura, no me hace falta aletear como un colibrí precisamente. El silencio y la quietud de la altura me relajan, aunque la brisa fresca de esta noche de final de verano me mantiene despierta.
Debajo de mi la gente parece aburrida en su camino habitual. Los coches son aburridos y esas carreteras tan limitadas…
Me dejo caer unos metros y cojo impulso para subir hasta una nube. Me gusta deshacerlas y mojar las plumas con el vapor. Huelen a tierra mojada.
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