Entradilla

Alas, plumas, fantasía, ganas de volar y de volver a mi planeta...

sábado, 3 de noviembre de 2012

MALDITO HOMBRE BLANCO



El cerebro es predecible, o básico, o elemental. Desde su viscosidad de laboratorio ofrece una consistencia: la felicidad es una reacción química, una mezcla de elementos a temperatura basal.
Muy pocas cosas consiguen esa revolución, ese conjunto sustancioso, con cierta permanencia. Comer cuando se tiene hambre, dormirse en el silencio, oír a otro ser humano decir que quiere estar contigo…
No obstante, y espero que me sigan porque no diré mucho más, como el bien es la ausencia de mal y nada es bueno totalmente, si existe felicidad, hay lado oscuro. A la reacción de antes le corresponde una fuerza similar y contrapuesta ¿una acción, quizá? En conclusión, tenemos otra consistencia: la materia con ambición nihilista no es culpa de nadie ajeno, porque si tienes hambre, comes, y si tienes sueño, duermes.

Play: Spirit horse of the Cherokee. ManOwar


Hace años tenía un jardín, se llamaba Ismael y tenía un arbusto azul que no daba fruto, pero iluminaba casi toda la calle. De noche yo siempre sabía cómo aterrizar. Según bajaba en el espacio, mis alas, tan grandes como las antenas de Defensa, movían tanto aire que Ismael se agitaba y se reía como un crío cuando le haces cosquillas.

El olor de Ismael me recordaba el sonido de la lluvia. Sólo había que bailar unos minutos en la hierba, y un millón de gotas retumbaban en el estanque del centro como una manada de caballos, a ritmo del batería de Manowar, buscando la paz con el maldito hombre blanco.

Si cierro los ojos, me veo pateando el suelo, destruyendo con las alas las gotas perfectas antes de que prendan en los árboles y las flores.

Era feliz con Ismael, pero una mañana ya no era mío. Una granada cayó de un árbol y esparció pepitas que germinaron la idea de caminar. Mi jardín se levantó y no miró atrás. Yo sólo pensé que él tenía que hacerlo y no lo eché de menos.

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