Entradilla

Alas, plumas, fantasía, ganas de volar y de volver a mi planeta...

martes, 28 de agosto de 2012

EVASIÓN


Tengo de mí misma una visión tan abstracta que no veo un fin último para este "mí" material, así que una mirada sólo tiene sentido si no analizo el retorno, claro. Es decir, con un breve ejercicio de racionalización de la imagen, sólo creo lo que veo en el espejo.


Play: Feeling good. Nina Simone













Una tarde, sonreí y cayó el último árbol de un camino en un extremo del Magreb. En aquella época, sólo necesitaba un poco de calor y mis partículas se agitaban como un enjambre asustado por el fuego. Por este motivo, en otoño de 1905, creé aquella máquina del tiempo que enviaba nubes de lluvia a una pequeña parte del desierto africano. A pesar de recuperar un antiguo humedal, no conseguí generar vida con el agua de esas nubes artificiales.
           
            Este fracaso y la imposibilidad matemática de redirigir la materia vaporosa desde la máquina hasta cualquier punto del planeta a elección, me hicieron desistir del proyecto de momento. Y mira que me gusta lo vano…
           
            En fin, en 1906 me dejé la melena larga para pensar mejor. Enrollaba los mechones en mis dedos como si la fricción generara inspiración espontánea, como si la fuerza centrífuga del tirabuzón funcionara como una dinamo cerebral.

            La matemática seguía sin ajustar, pero la biología del cerebro empezó a tener más sentido. ¿Cómo puede un pequeño organismo inducir al suicidio a un ser humano? Fácil, los organismos se alimentan de todo lo que vive, ha estado vivo o forma parte de algo vivo. Con este razonamiento, llegué a la conclusión de que una partícula forma parte de un conjunto que puede alimentar.

            ¿Para qué me sirvió esta conclusión? Para nada, no obstante, cogí una hoja de papel y la llené de unos. ¿Cuántos unos hacen falta para conseguir la totalidad? ¡Efectivamente!:
“Si alimento la máquina con un pedazo de nube natural, creando una especie de masa madre, mi humedal tendrá vida, y la matemática espacial, que la ponga el viento”.

            Resuelto el teorema, me refugié de la fama en el pequeño desierto después de plantar una palmera datilera, me dijeron que agarraría bien.

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